jueves, 17 de noviembre de 2011

E=mc²


E=mc² es la famosa ecuación que describe la relatividad entre la energía y la masa multiplicada por la velocidad de la luz elevada al cuadrado que fue descubierta por Albert Einstein y revolucionó el mundo de la Física introduciendo la teoría de la relatividad.
Sin embargo, esta fórmula de la Física es aplicable a un ámbito de la vida mucho más complejo que aquella rama de la ciencia experimental que estudia las interacciones del tiempo, el espacio y la materia.
           
            Este campo es el de los seres humanos y especialmente el de los jóvenes. La juventud ha demostrado tener un dominio absoluto de la teoría de la relatividad mucho más avanzado que el que logró tener Einstein y el que pueda llegar a tener cualquier famoso científico eminente.  Se la maneja con tanta facilidad que parece una fórmula muy sencilla aplicable a cada ámbito de la vida y con una mención particular en asuntos de moral. En temas como la moral, no solo queda en una simple teoría sino que se la eleva a la experimentación y se convierte a esta en una ciencia empírica que ha ido engendrando nuevas teorías como la famosa de “nada es, todo depende”, muy similar a lo que dijo el viejo Heráclito de Efeso (“nada es, todo cambia”).
Nada es bueno ni nada es malo, depende de ti (lo que te haga feliz o lo que sientas en el momento). Esa es la solución a todos los problemas. ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? ¡Es tan sencillo! No sé si nuestros abuelos por ser de una generación más involucionada del ser humano no habían pensado en esta sencilla fórmula para librarse de cualquier dilema moral. Es tan sencilla, ¿no? Pues si ahora tenemos un problema porque alguien cuestiona nuestro actuar será muy fácil la respuesta: “esto me hace feliz a mí, es lo que siento que quiero, ¿cuál es el problema?”. Problema acabado. No más cuestionamientos, no más dilemas.

            Es que es un invento tan cómodo como el ordenador. Se acabaron las repisas llenas de carpetas, se acabaron los días de espera a que llegue el correo, se acabaron las enmendaduras antiestéticas cuando nos equivocábamos escribiendo a mano o en máquina de escribir porque ahora el ordenador nos salva de todas estas maldiciones. ¿Cómo hicieron mis abuelos con tanto lío?
Pues esta moderna solución vital nos libra de dolores de cabeza igual que el ordenador: ¿me emborracho? ¿Me acuesto con esta chica o este chico? ¿Están bien las uniones homosexuales? Pues depende absolutamente. Ahora nada es más absoluto que la dependencia. Si tú crees que es lo que te hace feliz pues hazlo, al final lo que importa es lo que quieras en el momento. Ahora quieres esto, ahora haz esto. ¿Para qué romperte la cabeza con dilemas morales o para qué esperar? De verdad, ¿cómo hacían nuestros abuelos? Al final de todo creo parece que Einstein no era tan inteligente. Es que esta teoría de la relatividad es tan obvia que no sabemos cómo un hombre se hizo tan famoso por “descubrirla”. Qué listos somos, ¿no?

            Por hablar de los jóvenes nos hemos olvidado de algo que hemos dicho antes y es que esta teoría de la relatividad fue inventada para las ciencias físicas y no para las ciencias morales. Nos olvidamos los jóvenes que existen unas máximas y unos absolutos irrelativizables. Que no todo en la vida se relativiza y que si nuestros abuelos tienen valores diferentes a los nuestros es porque han vivido más, porque han pensado más y saben el valor de lo que es contenerse y lo fácil que es hacer lo que se quiere en todo momento. Que justo lo que queremos en el momento es lo que nos enjaula en la miseria porque nos envicia. Pues esta teoría de la relatividad moral no es tan moderna como pensamos, es tan antigua como el hombre solo que no nos hemos dado cuenta de lo obsoleta que resulta ser. Como dice el famoso refrán “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Aparentemente sí, Einstein sí fue un genio y nosotros aún no lo somos.

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