jueves, 17 de noviembre de 2011

El valor de la espera


            El otro día mientras comía estaba viendo el telediario y me quedé sorprendido tras escuchar un reportaje sobre la vasectomía. En este reportaje aparte de informar sobre la creciente utilización de esta forma de “planificación familiar” y sobre su difícil vuelta atrás, entrevistaban a varias personas de ambos sexos en el que exponían su opinión sobre esta técnica de esterilización masculina.
           
            La opinión general de los entrevistados fue que les parece muy bien que los hombres se realicen la esterilización por diversos motivos. Unos porque cada cual es dueño de su cuerpo y por consecuencia puede disponer de él para lo que quiera, entonces está bien que se haga una vasectomía para poder tener relaciones sexuales sin la “preocupación” de que la mujer quede embarazada y no tener que lidiar con un hijo no deseado. Otros que es un acto “generoso” ya que no es justo que no sea solo la mujer la que se ligue las trompas de Falopio para ser estéril, sino que también el hombre debe realizar algo ya que lo contrario sería egoísta. Me llamó particularmente la atención la opinión de un hombre que le parecía de lo mejor la vasectomía y cualquier tipo de esterilización ya que a su parecer no merece la pena tener hijos porque como está el mundo, ¿en donde crecerán nuestros hijos y como podremos criarlos rectamente?

            Los dos primeros grupos de opiniones me parecen simplemente opiniones incultas, sesgadas y claramente egoístas. Pues pretenden reducir el acto sexual a un simple momento de placer entre hombre y mujer, desbrazándolo de su fin esencial que es el de la procreación. Si no es este el fin del acto sexual no se justifica.  Está claro que une más a la pareja y proporciona placer pero si no está encaminado al fin natural de este acto estamos animalizándolo al alterar su composición que es la posibilidad de servir como único medio procreativo.
Sin embargo el tema de la tercera opinión es el más desalentador. ¡Qué triste pensar que es mejor no tener hijos porque el mundo no está bien y no hay buen ambiente para criarlos! Pero más tristeza da la persona que piense eso… ¡Que poco diligente, falta de entusiasmo, qué pesimista! Si el mundo está tan mal como esta persona lo admite, ¿Quién lo va a cambiar? ¿Por qué él no lo cambia? Si espera que lo cambien los políticos, los artistas, los militares o la gente de la tele pues que espere sentado.

            Si este individuo cree que el mundo no se encuentra bien, a lo mejor es porque lo está viendo desde el punto de vista de la buena persona que él se cree ser. Pues si es así (mejor pensar que si lo es, ¿no?), ¡es él quien debe empezar por hacer algo! Si todos pensamos como él lo hace y nos conformamos con sólo hacer una crítica a la sociedad y no aportar con nuestro actuar adecuado a los valores morales que calificamos como buenos somos unos cobardes. Si, peor aún, actuando diligentemente a nuestro parecer pensamos que es mejor no tener hijos porque después de todo “este mundo  está mal y no queremos hijos que crezcan en este ambiente” estamos privando al mundo de que haya gente buena como nosotros y lo cambie con nuestros valores morales, estamos siendo más cobardes todavía.  Aparte, al mantener al mundo sin nuestros buenos hijos, estamos dando margen a que las manzanas podridas se multipliquen. Como ellos son los malos no se dan cuenta de lo mal que estamos y querrán tener hijos… Tal vez tienen razón, y lo que el mundo no necesite es gente cobarde y si pensamos así puede que sea mejor que no. ¿Darle al mundo gente criada por cobardes? ¡Mejor no! Aunque quien sabe, a lo mejor nuestros hijos aprendan de nuestros errores y les estaremos quitando la oportunidad de arreglar el mundo.

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